A la gloriosa historia deportiva de Juan Martín del Potro habrá que guardarle una página muy especial, quizá la más especial de todas, esta noche del martes 8 de febrero, en Buenos Aires. Y a nadie le importará que se haya dado en el marco de una derrota.

La despedida del tandilense de un Lawn Tennis que lo contuvo de principio a fin, se dio caer sin atenuantes ante su amigo Fede Delbonis, que lo superó 6-1 y 6-3. No hay dudas: el resultado será una anécdota.

“Esperaba otro milagro para hoy”, dijo Delpo tras el partido, con los ojos rojos por las lágrimas, una imagen que se repetía en las tribunas, con el público de pie, gritando y aplaudiendo por uno de los más grandes deportistas argentinos de la historia.

Ese desahogo comenzó poco antes del final del juego. Delpo sabía que se terminaba todo en el último game y se quebró, rompió en llanto y tuvo que tapar sus lágrimas con el brazo. Le llevó unos segundos recuperarse. Gaby Sabatini, en uno de los palcos, pareció llorar con él. Tomó aire y cedió ese último juego ante un Delbonis que fue visitante pero mostró toda su hidalguía entendiendo esa particular situación.

Game, set y match: Delpo se abrazó con Fede y se sentó durante un rato para recuperar sus fuerzas, quizá diciéndole a su cuerpo que ya falta poco para el descanso que le vienen exigiendo pese a su tozudez y pasión por la raqueta. Delbonis, héroe como él en la Davis 2016, lo llenaba de elogios en la entrevista de la tevé, y Delpo lo miraba con sus ojos inyectados de lágrimas.

Luego le tocó a él hablar con la tele: agradeció al público, nombró a su familia, presente en el estadio, y dejó un último gesto para el final, demoledor. Se sacó su vincha y la colgó sobre la red, en la mitad de la cancha. Todos lloraron con él.

Necesito priorizar mi salud. Di todo. Hoy quiero solo dormir sin dolor en la pierna. Voy a intentarlo a partir de mañana. Tengo toda la vida por delante”, repetía Delpo. Todos le pedían que siga. Todos excepto su mamá, que asentía las palabras de su hijo desde la tribuna.

Era la primera vez de Patricia viendo en vivo al que será para siempre una leyenda del tenis argentino. Y sobre el final, a pesar de la derrota, le dio a Delpo el premio perfecto para cerrar una noche perfecta: bajó a la cancha y abrazó a su hijo.

“Cuando salía me la crucé a mamá… Fue la primera vez que me vino a ver. Yo tenía la ilusión de que ella estuviera en algún partido, mi papá no lo pudo hacer. Es muy raro vernos ahí porque somos de perfil muy bajo pero fue muy emotivo”, confesó Delpo en conferencia de prensa post partido.

Ese beso que le dio a su mamá quedará guardado junto al trofeo del US Open, la Copa Davis o sus dos medallas olímpicas. Y el broche de oro para una carrera inconmensurable.

By Matias

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